4 jul 2009

Julio

I.
Empieza Julio.

II.
Las mariposas mueren y caen, la lluvia oxidó los viejos columpios, la tregua de las mascarillas no silenció por un momento, la carga psicológica y física de los meses y días, cuyas cansadas manos acarician tu cabello, mojado por la lluvia.

III.
Con tristeza de vagabundo y una atmósfera infectada, terminan los días, días acortados por la obscura noche invernal, tan cortos como los paseos y caminos, más aún a tu lado, donde las palabras se hacen innecesarias y el silencio frío nos obliga a refugiarnos en siniestros ministerios, altas torres con figuras aladas golpeadas por el viento y el frío y la quietud de tus ojos que sólo saben mirar atrás, a los meses cálidos de tierna infancia y recuerdos vívidos de los días buenos, los malos.

IV.
El juegos frío de los meses, las miradas de ausentes de los falsos dioses, los caminos divididos de mi existencia camussiana, tenue indiferencia de minutos, horas y semanas, ahora llenos de calles inundadas y niños jugando en la tierra, tierra golpeada por el tiempo y el egoísmo, esperando terminar, su eterna abulia.

V.
La espera pesa, la desidia de mis palabras frente a las tuyas, frágiles e indolentes, esperando terminar o más bien empezar un capítulo de una historia arrastrada por las semanas y finalmente sellada por una cruel despedida de mayo, y un inoportuno y rápido junio, vivo y enterrado, saturado por un aire tardío de aguaceros y silencios perpetuos, nada más que el sonido de tu voz encajonada en los rincones de mi mente, en las esquinas de una ciudad fatigada por la influenza y la rutina mortal.

VI.
Las mariposas vuelan, sin defensa alguna esperando caer y romper la teoría del caos, la impredecible espera.

VII.
Empieza Julio y sólo espero volverte a ver.

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