18 jun 2009

Diálogos de un encuentro en que la lluvia inundó las palabras y recuerdos de una vida a medio sentir.

-Nos quedaremos aquí hasta que nos pongamos de acuerdo-dijo ella, dicho eso fuimos de a poco quedando en silencio, las personas pasaban a nuestro alrededor quedaba poco para la hora punta, si no hubiera insistido estos últimos meses este encuentro, si no hubiese hecho más que rogar no estaríamos aquí, realmente necesitaba verla de nuevo, más yo que ella.
-Ya...¿caminemos?-sugirió ella, salimos de la Estación y caminamos hacia donde vivía, eramos dos paraguas negros moviéndose, desde el cielo en un plano cinematográfico, caminando ante la ligera lluvia que tanto esperaba esa nube gris llamada Santiago.
-Y ¿Qué vas a estudiar?-preguntó-No lo sé aún-respondí. Aún me quedan cuatro meses, aún no lo he pensado bien, ella estando en tercero ya tiene toda su vida mentalizada.
-¿Y tú?-pregunte.-Voy a estudiar arte, para morirme de hambre-dijo. Llegabamos y luego de ser hábilmente persuadido por sus ojos, paramos a comprar arrollados de primavera en lo que parecía ser un restaurante y nos los fuimos comiendo en el camino, hablamos de todo, menos de nosotros mismos, de los amigos, los profes, las drogas, ella las conoció antes que yo, y yo la conocí a ella antes que eso.
-Y ¿Qué es de tu vida?-preguntó.-No mucho realmente-dije-saldré de cuarto y no he hecho nada con mi vida-no quise pensar en voz alta, pero suele suceder, para mi suerte no lo escucho aunque creo que ella lo sabe, lo supo antes que yo. Nos sentamos frente a los departamentos, mientras la lluvia seguía cayendo.
-Tu vida no puede ser tan aburrida-lanzó certeramente, pero es la verdad. En el colegio me juntaba con pocas personas, el Toro nunca vino, el Rodrigo era un apostador enviciado, el Fernando era el más influenciable de los cuatro, bastaba que uno se fuera para que los otros tres lo siguieran, de un momento a otro deje de juntarme con ellos.
-Y tú, ¿Qué has hecho?-pregunté. Al contrario de mí, ella si tenía mucho que contar, sus padres vivían separados, su colegio era menos decadente que le mío, conocía a miles de personas, siempre esta ocupada ya sea en taller de teatro, centro de alumnos o fotografía. Recordamos cosas que ocurrieron hace mucho tiempo, de la extraña forma en que nos conocimos, de nuestra rara amistad, de como un día con un amigo (con quien ella estuvo) fuimos a pie en medio de la noche hasta su casa y casi no volvemos. Hablamos de cosas de la vida, de la lluvia y del amor.
-¿Alguna vez has pololeado?-me preguntó.-...mm hubo una vez, pero de todas formas. No-dije.-En serio...-dijo sin sorprenderse demasiado. Poco a poco las palabras se hicieron innecesarias, y el profundo silencio atravezado por la torrencial lluvia alejaba o acercaba según la perspectiva nuestras almas húmedas ya. Desde un reproductor de música escuchábamos canciones viejas cuando Bittersweet Symphony de The Verve empezó a sonar ya hacía frío, y ella había apoyado su cabeza en mi hombro, se quedo en silencio, cada uno mirando el vacío de edificios y nubes, su propio vacío, ausentes.
-¿Estás aburrida?-pregunte sin modificar aquella posición fotográfica.-No...y tú?-dijo.-Tampoco. Quisiera que este día no terminara, ¿qué hora es?-dijo ella.-Diez para las seis, ¿tienes que irte?-pregunté.-No, osea...tenía que ir a ver a una amiga, como a las seis y media. Sabes...lo he pasado bien-dijo.- Yo también. ¿Hace cuánto que no nos veíamos?-dije.-Mmm, no sé.
La verdad es que mucho tiempo había pasado desde la última vez, mi obsesión a pesar de haber sido en parte realizada, me deja un agridulce vacío, una suave insatisfacción, no, no era eso ni nada de lo anterior, ¿qué es eso que siento? que ahora pone una tenué sonrisa en mi rostro, creo que he pasado demasiado tiempo esperando aquel momento, y llegado aquel, no se que decir ni sentir, nunca he sido una persona de muchas palabras un buen oyente, difícil era ya sacarme una sonrisa, ella era una de las pocas personas con las que realmente se podía conversar. Pero el tiempo era un gran enemigo, indetenible e inconstante. Ya eran casi las seis y media, y empezamos a pararnos y empezar el camino de regreso, caminamos por Vicuña para llegar a Trinidad, era tomaría el Metro, conversamos durante el camino, esperando a que se volviera a repetir días como este, las posas reflejaban las pocas luces que habían, los autos arremetían aquella atmósfera perturbada de palabras entrecortadas y de frases, de colores que nunca existieron y que sólo se ven los días lluviosos, llegaba el momento de la despedida, nos miramos un rato esperando el semáforo, ya casi llegando a las escaleras de la entrada no hacía falta muchas palabras, en fondo ambos sabíamos que pasarán meses antes de nuestro próximo encuentro.
-Adios, cuídate-me dijo-Adios también, cuidate.

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