12 ago 2009

Retrato de un hombre que mira hacia un lado de la ventana

De las muchas cosas que se podrían decir de mí, prefiero ser olvidado y recordado por las historias que nunca se escribieron, los rumores sepia, los chismes secos, los restos de una vida que nunca fue, será ni en todas sus conjugaciones verbales, miro a través de ese inocuo cristal esperando ver pasar las gracias, perdones y disculpas, oyendo por los rincones imperfectos de aquellas calles llenas palomas y descuidados transeúntes, trastornados, transantiago que nunca llegó, llegará y todas sus formas verbales. Viendo a través del cristal las delicadas formas de una ciudad construida en medio de un agujero frío y negligente, donde es fácil perderse y encontrarse, dormirse y despertar, vivir y vivir de nuevo porque sólo los cobardes se suicidan y sólo los muertos son cobardes, muertos vivientes dentro un cuerpo, almas encerradas en la trascendencia platónica y el mito de la caverna, estudiando cada pasó y detalle de tan triste lamento. Y en eso estoy, informando y relatando lo que veo, escucho e ignoro, sin decir mas detalles de mi persona, sin querer profanar es resquebrado orden de mis formas, de las muchas cosas que se podrían decir de mí, quiero que digan que además de lento, soy observador y lento, que olviden por un momento lo que soy y que dentro de los rumores sepia, los chismes secos y las formas verbales complejas e imperfectas, e inventen alguna historia sobre mi, que soy mafioso, mujer, escritor frustrado, vampiro, sonánbulo, mal bailarín, descuídado transeúnte, en fin, viendo a través de la ventana a mi lado, sentado y despierto, más vivo que dormido, más parado que muerto, jugando con las pequeñas cabezas que veo desde aquí entrelazándolas de palabras adornadas y frases bien hechas, cielos nublados, frases bien hechas, palabras rebuscadas y manzanas a medio comer, viendo la confusión de los objetos y de la construcción del frente, la construcción del sin sentido y del sentido perdido y confundido por los objetos y manzanas a medio comer, creyendo saber y no saber, riéndome de Sócrates, desafiando la psicología inversa, jugando con las pequeñas cabezas que veo desde aquí, esperando que alguna vez las historias que nunca se escribieron sean tan firmes y reales como el vidrio que me impide seguir pensando en otra cosa.

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