1 sept 2009

Cimarra en el Café Mosqueto.

-¡Apúrate hueón!-me decía mientras cruzaba aquel umbral, yo sólo atine a seguir corriendo haciendo caso omiso a los gritos y sorteando cualquier obstáculo que se me enfrentaba. Nunca había estado más vacío el hall central (y nunca lo estaría jamás), la probabilidad de escape estaba a nuestro favor y la verdad es que nunca había hecho algo así antes.
-Lo logramos-dijo el Pancho, con voz victoriosa.
-...sigan corriendo no más, parece que nos cacharon.-Salíamos para Vicuña, cada uno con sus rostros ya descubiertos,
-¿Y ahora qué?-pregunté. Como nunca antes la había hecho ni me había preguntado luego que ellos la hacían, no pude ocultar mi posición de primerizo.
-...cada uno pa' su casa, supongo-Entrabamos a la estación de Vicente Valdés.
-qué más querías, Morgado-(En el curso me llaman por mi apellido), las risas no se hicieron esperar y poco a poco se iba llenando el andén de Metro.
-Son unos pajeros-dije, en el mismo instante en que una voz atrás de nosotros nos gritaba "¡Jovenes, jovenes!" repetidamente. No contábamos con que uno de los inspectores haya pedido "refuerzos".
-¡Mierda, se los dije!-grito el Seba. La puerta del vagón estaba a punto de cerrarse.
-¡Jovenes, jovenes!
-corran-dijo el Pancho.
-...vamos, corre hueón...-Corrí hacia aquel portal salvador y al entrar choqué con un grupo de "recién llegados", la frenética luz roja dejaba de parpadear, la señal sonora de aquella puerta acababa y los rostros de mis compañeros de escape se distorsionaban frente a mis ojos, atrapados por la larga mano de la justicia (si es que se podía llamar a eso justicia). Di un respiro de relajo ante la atenta mirada de los pasajeros que recién se integraban a tal hazaña. Cómo de un momento a otro pase de estar en el colegio a estar en un vagón (directo a Tobalaba) lleno de personas dirigiéndose a sus trabajos, mujeres embarazadas, universitarios con sus palestinas y hombres leyendo libros de auto-ayuda, todos ellos ajenos a la realidad, y en eso estoy yo, como un intruso en su mundo, lejos de aquel mundo de libros y rutinas, recreos de quince minutos, ejercicios de álgebra y pruebas de lenguaje, lejos de Sócrates y Aristóteles, pero un libro de Fughet en mi mochila y un cd completo de Keane en mi pendrive. El aire enrarecido por el silencioso viaje, sólo era interrumpido por más de algún "Señores pasajeros deje bajar, antes de subir", me produjo un sentimiento parecido a la culpa, mi conciencia estaba hecha añicos. Las miradas incriminantes de los pasajeros ya se habían esfumado de sus rostros, después de todo Santiago seguía siendo el mismo, a nadie le importa nadie, todos son indiferentes con todos. Me senté en el suelo del vagón escuchando música, me quité el polerón de cuarto, desde este momento ya no soy el Morgado, sólo soy uno más, mejor que cualquier grupo fielmente representado, era uno entre muchos, luego de cinco canciones y siete estaciones mi conciencia ya no me molestó más.

Ya estábamos en Tobalaba, y la verdad es que me dio lata salir, así que hice combinación a Línea 1 mientras escuchaba el resto del cd y leía Mala Onda. Me di cuenta que no era el único en hacerla, un grupo de jovenes (por no decir "minas"), estaba se habían subido al vagón, por sus uniformes deben ser de algún Liceo del gran Santiago, se veían "pasables", en todo caso eran como las una de la tarde y las tomaderas de las plazas son generalmente o temprano o en la tarde luego de salir, por alguna razón a pesar de haberla hecho, no me sentía como ellas, de que estaba libre lo estaba, pero algo en mí me hacía pensar que era distinto. La mayoría de la veces en el colegio me junto con un grupo de amigas de casi de la misma edad que yo, del mismo curso y con otros compañeros a con los que"leseamos" un rato, pero siempre se cae en la rutina, y pensándolo bien, no tengo idea de qué motivo este escape. Me cansé de Matías Vicuña y del gobierno militar, así que guarde el libro, llegábamos a Baquedano, pensaba ir al Crowne Plaza a ver las guitarras, salí y me sentí que alguien me seguía, no podía ser alguien del colegio, que yo sepa yo fui el único que logró escapar, así que preferí cambiarme a la la Línea 5, no es que me sintiera perseguido (aunque así pareciera), sólo es que tampoco era demasiado interesante Plaza Italia, supongo que no soy como los demás. Me quede mirando un cuento de Santiago en 100 palabras, cuando mis temores se hicieron presentes, alguien estaba detrás mío.

-¿Tú no eres como ellos cierto?-escuche a mis espaladas, haciendo referencia a otro grupo de cimarreros al lado mío.-Vamos ven. Entonces me tómo del brazo y me sacó del vagón, estabamos en la estación Bellas Artes.
-Eh...¿quién eres?-dije.
-Tú no eres como los demás, no es así-dijo aquella voz.
-¿No soy como quien?-pregunté, y me percaté que era un joven, más o menos baja, con cabello teñido rojo y ojos café, debe tener como unos veinte.
-Me dicen Coté.-dijo ella. Estabamos en medio del andén, el resto de la gente avanzaba y nosotros nos encontrabamos en medio de aquel tumulto, a medida que el torrente humano salía, el andén se vaciaba poco a poco.
-Y...-dije-que se supone que haces
-Emm...no se-dijo con una cara de duda-te he estado observando.
-Si me di cuenta.
-Y entonces...no eres como ellos.
-¿Cómo quienes?-pregunte.
-¿Eres un cimarrero no?-dijo ella.
-Si...
-Vamos, sigueme-Salíamos de la Estación, pocas veces había estado en esa estación, si no mal recuerdo un día tuve que ir al MAC a ver una exposición para arte, más que eso nunca había estado por los alrededores, habían varios edificios y calles estrechas, como todos los lugares del centro.
-¿Mosqueto?-pregunté.
-Sip.-Yo sólo la seguía, parece buena persona, y por alguna razón sin motivación (que claramente desconozco), parecida a la de mi escape.
Caminamos un poco y llegamos a un café, Café Mosqueto
-¿Te gusta leer?
-Emm...si-dije.
-¿Y el café?
-Si, ¿Por qué?-pregunté.
-Entremos-dijo. Por alguna razón ella estaba segura de todo lo que hacía, parecía tenerlo todo planeado, ella inmediatamente compró dos cafés y nos dirigimos a la mesa. En aquel lugar había varias personas, la mayoría solas leyendo algún libro, es más había una especie de librería donde la gente sacaba libros para acompañar su café, en las paredes habían fotos de escritores, por algún motivo me pareció un buen lugar, un buen ambiente, nunca había entrado a un lugar así, la mayoría de las veces que he salido, era a tomar helados en el 14, con una que otra amiga o a conversar por allí. La llegada de aquella extraña pareció cambiar el rumbo de aquel escape, mi conciencia estaba libre, total, no estaba haciendo nada malo, no salí a tomar por allí, ni a fumar, no estaba echado como algunos, en qué estarán mis compañeros, lo más probable es que los hayan suspendido, ¿qué sera de mi?, obviamente debieron haber notado mi "no presencia", prefiero no pensarlo, todo esto del café parece entretenido. Ahí viene ella con los cafés.
-Y, ¿te gusta el lugar?-preguntó ella.
-Si...emm, ¿por qué haces todo esto?
-No se, te veías un poco solo allí leyendo.
-Ah, me espiabas-dije-haces mucho eso.
-Mnn-asintió con la cabeza, mientras tomaba un sorbo de café.
-La verdad, es que eres raro.
-Dirás, diferente.-dije, y luego di un sorbo.
-No, raro...
-Qué clase de cimarrero eres tú-lanzó-la pasas solo, lees libros, y sigues a una extraña a un café.
-Si...bueno, en eso tienes razón.
-¿Y qué leías?
-Mala Onda, de Alberto Fughet
-Oh, yo leí ese libro en primero.
-Disculpa, ¿cuántos años tienes?
-Ah, sorry, tengo diecinueve-Sorbo-estoy estudiando arte.
-En serio.
-Y tu que piensas hacer-pregunto.
-Como sabes que estoy en cuarto.
-Para ser un solitario, que lee en el Metro, aparentemente sin polola...
-...oye!.
-...tu primera en cimarra en cuarto no esta mal.
-Pensaba estudiar cine...
-...¡Oh, me encanta el cine!
-...pero mi padre nunca lo aceptaría.
-Que mal.
-Sabes, me caes bien.
-Ya lo sabía-dijo ella.
-O sino, no me hubieras seguido.
-Tú también me caes bien-dijo ella con una sonrisa en su rostro-eres la primera persona que sigo que me dice eso.
-¿La primera?-Sorbo-olvidalo, esto ha sido como extraño.
-Cierto-dijo ella.
-Nunca había pasado tanto tiem...
-Me gustas-dijo. Casi derramando el café que había tomado recién.
-¿Qué?-pregunté.
-La verdad es que yo también soy como tú, si no estuviera en la U, estaría echada por allí. Vivo sola con mi madre...uh lo siento, pensarás que soy una loca, verdad.
-No, no...es más, eres agradable, cuando te vi...
-¡te gusto!
-¡Espera, espera!, esto es demasiado rápido. Hace algunas horas no era más que el Morgado, el callado del curso y ahora...
-Mmm...¿Quiéres otro café?-me pregunto ella.
-¡Si, por favor!-dije.
Café tras café, la conversación continuaba, eran como las cinco y cuarto, y despúes de aquella catarsis emocional, el resto de las "confesiones" fueron más fluidas y ambos parecíamos estar deacuerdo en todo, algún sentimiento (que desconozco) rellenaba el resto de los otros. Aquel vacío interior de los últimos años, de no haber hecho nada "importante", nunca hice nada más que haber ganado un concurso de cuentos en el colegio o una que otra aparición como exponente de buenas notas, nunca había pololeado, ni tomado, ni nada, nadé siempre contra la corriente y de un momento a otro, había hecho la cimarra y había conocido a la chica más raramente interesante y bonita (¿por qué no?)
-Lo he pasado bien sabes-dije
-Sip...y entonces.
-entonces...
-Sip
-Creo que sí.
-¡En serio!-dijo ella. Entonces se abalanzó sobre mi y me besó.
-MMM....espera!
-¿Qué?...no te gusta.
-Si es que...
-Gracias por todo esto.
-Yo te pago los cafés.-dije.
-OK.-dijo ella.
-Si es que no estoy suspendido o algo así, hago la cimarra y nos tomamos otro café.
-Debo ser una mala influencia, no no lo hagas.
-Debo mejorar mi tono de sarcasmo.
-No te preocupes, yo arreglaré eso.-dijo, jugando con las palabras y con un rostro un poco menos pertubador.
-Jaja.
-Lo he pasado bien.
-Igual yo.-dijo. Eran como las seis, tenía que irme y creo que ella también. Ella nunca pensó que tal persecución, lograría su cometido y que gastaría tanto tiempo en ello. Por mi parte estoy dudando de que mi salud "psíquica" este estable luego de esto, ya no necesitaba pensar en Freud ni Sócrates, ni a los malditos compañeros y el profe de álgebra, ni los hombres leyendo libros de autoayuda, en un día me hice adicto a la cafeína y los buenos libros, hice en un día lo que no hice en cuatro años y definitivamente estudiare cine o literatura sin importar lo que diga mi padre.
-Ya tengo que irme-dije.
-Yo igual
-Gracias por el café.
-Entonces creo que...
-Y...a que hora sales del colegio?

1 comentario:

Arianne. dijo...

Estoy investigando sobre el cafe para hacer un trabajo de etnografia y siento que tu historia tiene algo sumamente conmovedor. para mi, definitivamente, hay algo magico sobre leer y el cafe, siento que las conversaciones mas profundas, intimas y revitalizantes de mi vida han sido tomandome un cafe o fumando un cigarro, simplemente disfrutando.
En fin,me explaye demasiado, me gusto mucho, saludos!