17 oct 2009

Dialogo entre dos suicidas

Las luces estaban apagadas, vio la hora en su celular, eran las doce y media, con paso firme, algo inseguro se dirigió hacia el balcón esperando terminar su tormento. Puso sus manos en aquel metal frío, miro hacia abajo, y se detuvo, luego se sentó en aquella orilla con sus pies mirando el vacío del suelo, tapó su cara con sus manos. Ella lo observó casi a la misma altura de él, en la misma situación.
-¿Primera vez?-dijo ella.
-Ah...-dijo pensando que estaba solo, entonces miró a aquella silueta sentada metros al lado suyo.
-Emm...sí-dijo.
-¿Cómo te llamas?-preguntó ella.
-Eso no importa, dentro de poco sólo seré...
-Yo me llamo Daniela-dijo ella.
-Mm...y cuál es tu historia-dijo él, sorprendido por la sinceridad anterior.
-Eso no importa, dentro de poco sólo seré...-dijo ella. Ambos rieron y se vieron por primera vez los rostros.
-Jaja...bonito nombre.
-A mí no me gusta, pero no me quejo.
-Esta bien, me llamo Tomás.
-Si me permites, tienes bonitos ojos-dijo él.
-Debí haberlos sacado de él.
-¿Vives sola?
-No, vivo con mi madre.
-¿y tú?
-No, yo vivo sólo, mi padre no me quiere allá.
-Ah...entonces, "Tomás" ¿Cuál es tu excusa?, perdón, historia-dijo ella.
-No lo sé, no osea, no, no se cual de todas-respondió él.
-Estamos a punto de...y aún conservas tu sentido del humor-agregó.
-Me gusta reír-dijo ella.
-Y cuál es la tuya.
-Perdón-dijo ella.
-Tu excusa.
-Ah, no sé, la otra vez venía en el Metro y vi que demolían la iglesia en la viví EJE y después, no sé.
-¿Qué es EJE?-preguntó él.
-No te puedo decir, es secreto-dijo coquetamente.
-Me recuerdas a alguien-dijo él.
-¿Y tú estudias o algo?-preguntó ella.
-Sí, estudió literatura, mi padre quería que estudiara derecho, después me fui acá.
-¿Y te va bien?-preguntó ella.
-La verdad, me eché tres ramos...y tú ¿Qué haces?
-Yo estudió diferencial-respondió ella.
-¿Y te gusta?-preguntó.
-Sí...no me quejo.
-Cuando le dije a mi padre que quería estudiar eso, él si se quejo, mi madre me apoyo, pero ahora...-dijo y no pudo evitar dejar caer una lágrima en su mejilla, ella lo observaba.
-...pero ahora ella esta muerta...hace una semana, le dije....le dije que me estaba yendo mal, y...
-Cuanto lo siento-dijo ella, ya no sonreía.
-Sorry, no tenía por qué contar esto-dijo él, hubo un breve silencio entre aquellas siluetas.
-Mi padre nunca nos pescó a mí y a mi madre, he llegado a odiarlo, por dejarnos-dijo ella.
-He tenido que hacer las cosas por mi cuenta, y con ayuda de mi madre.
-Oh...yo siempre he vivido con dos padres, no sé lo que será eso-dijo.
-Siempre he estado la mayoría del tiempo sola.
-Al menos tenemos la alegría de saber que aún podemos estar tristes-dijo él mirándole los ojos.
-Sí-dijo ella, de nuevo el silencio inundo aquellos dos departamentos, la noche era joven.
-Entonces Daniela, no te importa que te llamé por tu nombre...
-Descuida.
-¿Esta no es tu primera vez?-preguntó él.
-Hace algunos años quise intentarlo pero no tuve el valor de hacerlo-dijo ella.
-Antes de que llegara a esta situación, me decía a mi mismo que sólo los cobardes se suicidaban.
-No, se debe tener harto valor para hacerlo.
-Bueno tienes razón.
-Siempre la tengo-dijo, la sonrisa de su rostro había vuelto.
-Me recuerdas a alguien.
-Mm...y , Tomás, ¿Pololeas?
-Jaja...no, tengo la mala fortuna de enamorarme de mis mejores amigas.
-¿Y?
-A veces hay que dejar las cosas como están-dijo él, ella se acerco peligrosamente por la baranda más cerca de él, y le tomó la mano.
-¿Qué haces?
-No sé.
-¿Qué hay de tí?, dejarás a algún afortunado después de que nos...
-...no, mi abuelita dice que soy muy caprichosa y que nunca encontraré hombre quien me soporte.
-A mí me pareces una bonita persona-dijo le dijo a ella.
-Gracias.
-Tú no estas nada mal tampoco, y no te preocupes, si tú y ella eran verdaderos amigos, ella te recordará siempre-dijo ella.
-Gracias.
-Y si no lo eran, de lo que se perdió realmente.
-Jaja-rió él.
-Tú también me pareces una buena persona.
-Y Daniela, ¿Cómo es que llegamos aquí?
-No lo sé, puede que nuestras "excusas" no sean las mejores y que tal vez dejemos a muchos haciendo esto, pero creo que si nuestras vidas fueron lo suficientemente gratas, no nos arrepentiremos.
-Al fin y al cabo la vida y la muerte son lo mismo
-¿Cómo es eso?-preguntó ella.
-Al nacer, mueren muchas cosas, cambian muchas cosas y luego otras nacen; y al morir, no todo perece, después hay vida, nacen muchas cosas.
-Como los donantes de órganos-dijo ella.
-Correcto y no sólo cosas físicas-agregó él.
-Me gusta conversar contigo, siento que no todo esta perdido.
-A mí también me gusta tu compañía, pero yo no daré vuelta atrás.
-Yo tampoco, después de todo la tercera es la vencida ¿no?-dijo ella.
-Jaja-rieron juntos, tomados de las manos, el tiempo parecía haberse detenido esa noche, mientras todos celebraban el triunfo de Chile en el fútbol. La lluvia parecía haberse ido por el momento, ninguno de los dos quería que amaneciera, hacía frío, el le había ofrecido un chaleco, pero luego de pensarlo lo encontraron estúpido e innecesario considerando la situación en que estaban.
-Puede que suene extraño todo esto-dijo él.
-¿Qué puede ser más extraño que una conversación entre dos suicidas?, es como sí dijera que...
-...me gustas-interrumpió él.
-¿Qué?-dijo ella.
-Ya se que es raro, y que nos conocemos hace dos horas.
-Esta conversación es incómoda.
-Lo sé, y como no va serlo, considerando que dentro de un rato no seremos más que polvo en el viento.
-Me gusta esa canción-dijo ella cambiando de tema.
-Vamos, sé que tú sientes lo mismo, nada perdemos.
-Ya lo sé, pero es que...
-Pero es que, ¿qué?-hubo un prolongado silencio entre ambos.
-Lo siento, la verdad...debes pensar que soy un idiota-dijo él.
-No...de hecho es tierno-dijo ella.
-Esto es demasiado emo.
-Jaja-rió ella.
-No, odio a los emo-era el silencio de nuevo, el miraba el suelo y los ocho pisos que lo separaban de él, ella jugaba con sus piernas moviéndolas al compás. Se acercaron lo más que pudieron a la orilla, estaban tomados peligrosamente de las manos.
-Te quiero.
-Yo también.
-Ahora a lo que vinimos ¿no?-dijo ella.
-En otra vida quizás-dijo él.
-Ah, sí.
-¿Por qué eres así?
-No lo sé, ¿qué hora es?
-Importa eso ahora.
-Mm...nada perdemos.
-Quedémonos un rato más.
-Nada perdemos.

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