11 sept 2009

Sótero del Río

Esta estación está hecha para sentarse y leer, pensé. Una razonable pared luego de la salida del andén en Sótero del Río, no sé si el arquitecto haya pensado igual. Me senté en la ya dicha pared, saqué un libro de Benedetti y me puse a leerlo, mientras los amantes se besaban y en una especie de pacto silencioso, yo no los molesté y viceversa. La gente bajaba en oleadas intermitentes, algunos me observaban, otros simplemente pasaban a mi lado, incluso alguien me preguntó dónde estaba la salida, pasaste y no me viste, bajaste por las escaleras mecánicas y te esfumaste de a poco, los amantes también se habían ido y una persona usó el teléfono público de al lado mío, a pesar de que escuchaba música no me gusta escuchar las conversaciones de los demás, así que me hice a un lado, las oleadas bajaron en cantidad de miembros, la hora de salida de los escolares había acabado hace rato, la persona en el teléfono parecía estar discutiendo, se le acabaron las monedas y se fue, poco después fue reemplazado por una joven que se sentó, parecía estar esperando a alguien, la gente no debe estar sola, aunque me estoy contradiciendo a mi mismo. Ya debería haber terminado el libro pensé, eran cuentos cortos, el libro me lo había prestado la profe de arte, se me vino a la mente aquellos ganadores de Santiago en cien palabras, de dónde sacarán esas historias que ahora que ahora salen en estaciones y vagones de Metro, tal vez alguno de ellos este observándome y memorizando las ideas para escribirlas luego. Veo la hora, no es tan tarde como pensé, llevo un poco más de la mitad del libro, los amantes se han ido, la joven también, los llamados interrumpidos por la falta de monedas también y no estabas allí. Tengo que irme ya era tarde, mientras una oleada bajaba, yo subía, como siempre lo ha sido, definitivamente Sótero del Río fue construida para sentarse a leer un rato.

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